Mi suegra exigió una prueba de ADN porque nuestro hijo no se parecía a su padre. Cuando llegaron los resultados, todos se quedaron en shock.

Mi suegra exigió una prueba de ADN porque nuestro hijo nació con el cabello claro. Yo creía que mi esposo confiaba en mí, pero su madre fue más insistente.

— Perdóname, pero mamá… no deja de insistir. ¿Y si tiene razón? ¿Podrías hacerte la prueba? Solo para cerrar el tema.

Apreté los labios. Yo no le había sido infiel. Sabía que nuestro hijo era suyo. Pero que me pidiera una prueba fue un golpe directo al corazón.

— Está bien —dije—. Haremos la prueba. Pero después, harás lo que yo te diga.

Cuando estuvieron listos los resultados, reuní a toda la familia para darles una noticia importante.

La continuación a continuación 👇👇

Andrés y yo llevamos casi cuatro años casados. Nuestro matrimonio no era perfecto, pero nos amábamos y siempre tratábamos de resolver los problemas juntos. Sin embargo, desde el principio hubo una sombra sobre nuestra relación: su madre, Tamara Petrovna.

Nunca ocultó que yo no le agradaba. Por suerte, vivíamos separados y solo la veíamos en ocasiones especiales. Yo intentaba ignorar sus comentarios hirientes, pero todo cambió cuando nació nuestro hijo.

Tamara Petrovna empezó a venir casi todos los días. Al principio pensé que solo quería ayudar, ver al nieto, darnos consejos. Pero pronto quedó claro que tenía otro propósito.

— Andrés, tienes que hacer una prueba de ADN —repetía una y otra vez.

— Mamá, basta —respondía él, molesto—. Es mi hijo, y no voy a comprobar algo tan obvio.

— ¿Obvio? —bufó ella—. ¡Míralo bien! No se parece en nada a ti. Tiene el cabello claro, los ojos diferentes. ¿De verdad no lo ves?

Intenté no reaccionar. Al fin y al cabo, Andrés sabía la verdad. Confiaba en mí. Pero Tamara Petrovna fue más insistente de lo que imaginaba. Le llenaba la cabeza día tras día, hablaba con otros familiares, los convencía de que el niño no era suyo. Y ellos empezaron a creerle.

Un día, Andrés volvió a casa con una actitud extraña. Estaba callado, evitaba mirarme a los ojos. Yo sentía que algo no iba bien.

— Perdóname, pero mamá… no deja de insistir. ¿Y si tiene razón? ¿Podrías hacerte la prueba? Solo para cerrar el tema.

Apreté los labios. No le había sido infiel. Sabía que el niño era suyo. Pero que me lo pidiera… me rompió el alma. Ya no confiaba en mí.

— Está bien —dije—. Haremos la prueba. Pero después, harás lo que yo te diga.

Andrés me miró sorprendido, pero aceptó.

Hicimos la prueba. Días después llegaron los resultados: «Probabilidad de paternidad — 99,99 %». Andrés suspiró aliviado, y Tamara Petrovna, por primera vez, guardó silencio.

— ¿Y bien, mamá? ¿Estás satisfecha ahora? —le preguntó él.

Ella se encogió de hombros.

— Bueno, me equivoqué. Pero aún así…

Ya no la escuchaba. Yo ya había preparado las maletas.

— ¿A dónde vas? —Andrés me miró, atónito.

— Me voy —respondí, tomando a mi hijo en brazos—. No puedo vivir con alguien que no confía en mí.

— Perdón, ¡fui un tonto! ¡No quise hacerte daño! ¡Fue mamá…!

— Permitiste que ella destruyera nuestro matrimonio. Ahora vive con eso.

Me fui. Desde entonces no volví a hablar ni con mi exmarido ni con su familia. Andrés me llamó, me escribió, me pidió perdón. Pero ya era tarde. La confianza, una vez rota, no se recupera.

¿Te gustó el artículo? Compartir con tus amigos:
Añadir un comentario

;-) :| :x :twisted: :smile: :shock: :sad: :roll: :razz: :oops: :o :mrgreen: :lol: :idea: :grin: :evil: :cry: :cool: :arrow: :???: :?: :!: