En el avión, una mujer reclinó su asiento y me aplastó las piernas: decidí darle una lección de cortesía 😢😢
Viajaba tranquilamente, asiento junto a la ventana, pensando: “una hora y media de vuelo, todo irá bien”. Delante de mí se sentaba una mujer corpulenta, con un suéter colorido. Apenas despegó el avión, ella, sin mirar, reclinó bruscamente su asiento.
¡Ah! —exclamé, porque mis rodillas quedaron atrapadas.

—Disculpe —dije educadamente, inclinándome hacia adelante—, ¿podría subir un poco el respaldo? Estoy muy incómodo.
Ella ni siquiera giró la cabeza:
—Así estoy más cómoda.
Procesé su respuesta unos segundos, intenté mover las piernas —sin suerte—. Decidí que no lo dejaría pasar y presioné el botón de llamada de la azafata.
Se acercó una joven en uniforme:
—¿En qué puedo ayudarle?
—Verá —expliqué—, la pasajera frente a mí ha reclinado su asiento de manera que mis piernas quedan atrapadas. No puedo moverme.
La azafata se inclinó educadamente hacia la mujer:
—Disculpe, ¿sería posible que subiera un poco el asiento para que el vecino esté más cómodo?
La mujer se giró con una expresión como si yo le hubiera arruinado las vacaciones:
—Me duele la espalda. Pagué mi asiento, así que puedo sentarme como quiera.

La azafata contuvo un suspiro:
—Le pedimos que considere la comodidad de todos los pasajeros.
La mujer, con un suspiro exagerado, levantó el asiento solo un par de centímetros.
—¿Contento? —me lanzó por encima del hombro.
—Bueno, mis piernas aún no han crecido de nuevo, pero ya está mejor, gracias —sonreí.
Ella bufó, y la azafata me guiñó un ojo discretamente antes de continuar su ronda.
Treinta minutos después del primer “ataque”, ya casi estaba relajado. Y de repente —¡zas!— su asiento volvió a reclinarse. Mis rodillas nuevamente bajo presión.
—¿En serio? —dije en voz alta, pero ella ni se movió.
Ahí entendí: la diplomacia había terminado. Decidí actuar y darle una lección a esa mujer grosera y descarada. Esto fue lo que hice 👇👇
Lentamente, con cara inocente, bajé la bandeja, saqué un vaso de plástico con jugo de tomate (justo lo estaban repartiendo), y lo coloqué en el borde, justo debajo de su respaldo.
Minutos de silencio. Ella se movió un poco y… ¡plash! El jugo cayó sobre su bolso blanco y un poco sobre su suéter.
Se levantó bruscamente, se dio vuelta:
—¡¿Qué es esto?!
—¡Oh! —hice grandes ojos—. Disculpe, se movió de repente… La bandeja es pequeña, vea, se lo advertí —estreché los brazos.
Ella se levantó indignada, agitando las manos:
—¡Azafata! ¡Me ensuciaron todo!

La misma joven se acercó:
—¿Qué pasó?
—Solo estaba sentado tomando jugo y el asiento de delante… bueno, se fue hacia atrás solo, y… —señalé la mancha—, parece física.
La azafata, claramente entendiendo la situación, mantuvo el rostro serio:
—Vamos, le daré toallitas. Y por favor, asegúrese de que el respaldo del asiento esté fijado.
La mujer limpió su bolso en silencio, y el asiento… permaneció en posición vertical hasta el final del vuelo.