Una chica tenía en su casa una enorme pitón: un día la serpiente empezó a comportarse de manera extraña, dejó de comer y se enrollaba alrededor de la cintura de su dueña, y entonces la chica descubrió algo terrible sobre ella.
La chica tenía un pitón llamado Safrán —por las manchas doradas en sus escamas—. La pitón amarilla apareció en su vida hace tres años y rápidamente se volvió “doméstica”. Los familiares fruncían el ceño: “Ten cuidado, es un depredador”. Pero la chica solo sonreía: “Es dócil. Me quiere y nunca me haría daño”.
Sin embargo, al poco tiempo la serpiente empezó a comportarse de manera extraña.

Los primeros signos de alerta fueron sutiles. Safrán dejó de comer. Por las noches salía del terrario y se estiraba a lo largo de la chica: la cabeza sobre el hombro, la cola hasta los tobillos. A veces se enrollaba alrededor de la cintura en un lazo suelto y se quedaba inmóvil, como si contara las costillas.
Durante el día elegía el suelo fresco junto a la cama, allí donde la chica caminaba descalza, y permanecía horas quieta, moviendo apenas la punta de la cola, fijando la mirada exactamente donde el pecho de la persona sube y baja.
También había “abrazos” silenciosos: la serpiente se acercaba al cuello y se detenía bajo la clavícula, tocando la piel con su lengua bífida. La chica bromeaba diciendo que eran besos. Pero por las noches despertaba cada vez más a menudo por el peso sobre su pecho.
Una noche, al despertar por el siseo repentino de la serpiente, la chica comprendió que debía acudir al veterinario. Fue entonces cuando descubrió algo terrible sobre Safrán y entendió finalmente lo peligroso que es tener un animal salvaje en casa.

El doctor pesó con calma a la pitón, la palpó, escuchó los relatos sobre los “abrazos” nocturnos y la negativa a comer.
—Entiendes —dijo finalmente—, esto no es cariño. En las pitones grandes, la falta de apetito y estirarse a lo largo del cuerpo del dueño es un comportamiento típico antes de intentar engullir una presa grande. La serpiente mide si cabe. Los enrollamientos son ensayos de estrangulamiento. Tienes una hembra adulta y fuerte. Podría cortar la respiración. Raro, pero pasa. En pocas palabras, tu serpiente quería tragarte. La recomendación es una sola: aislamiento estricto, cambio de dieta, y lo mejor, entregar a la mascota a un lugar especializado. Hoy mismo.
Las palabras cayeron como un frío golpe. Por la tarde, la chica se sentó al borde de la cama y observó cómo Safrán se deslizaba lentamente por la sábana. En un momento, la serpiente se acomodó exactamente como en aquella foto: enroscada alrededor de la mujer dormida, pero ahora la chica no dormía.

Con cuidado levantó a la serpiente, la devolvió al terrario, cerró el seguro y se sentó al lado en el suelo.
A la mañana siguiente llamó al centro reptil de la ciudad. Safrán fue recogida durante el día y llevada a un amplio recinto, con personal experimentado y comida adecuada.