Solo recogí a una mujer mayor desconocida en un día lluvioso, y una semana después vi mi foto en las noticias: ¡la policía me estaba buscando!

Solo recogí a una mujer mayor desconocida en un día lluvioso, y una semana después vi mi foto en las noticias: ¡la policía me estaba buscando! 😨😱

Cayendo una fuerte lluvia en la calle, los limpiaparabrisas apenas podían seguir el ritmo, el asfalto brillaba mojado y lo único que quería era llegar a casa lo antes posible, cenar y resguardarme de la humedad.

De repente, en el arcén, noté algo extraño: una anciana estaba completamente empapada, su abrigo pesado por el agua y las manos temblando de frío. Todo en su apariencia indicaba que necesitaba ayuda urgente.

Reduje la velocidad y me detuve.

— ¿Señora, quiere que la lleve? Está toda mojada — dije, abriendo la puerta.

Asintió y se subió al auto con agradecimiento. Condujimos unos diez kilómetros en completo silencio. Solo al final del camino me pidió que la dejara cerca de una pequeña tienda. No le di importancia, me encogí de hombros y continué mi camino.

Pasaron unos días y ya había olvidado ese encuentro casual. Pero justo una semana después, al encender las noticias… me quedé helado. En la pantalla estaba mi foto. La policía me buscaba… 😨😱

Resulta que ese día, la mujer que recogí estaba prófuga tras un robo a mano armada. Había desaparecido con una gran suma de dinero y ahora la habían declarado en búsqueda.

Pero lo más aterrador fue otra cosa: las cámaras captaron mi coche cerca del lugar del crimen. La policía me buscaba como posible cómplice.

Se me doblaron las piernas. Mi corazón latía con fuerza. Sabía que si tardaba, al día siguiente podrían arrestarme.

No oculté nada y fui directamente a la comisaría. Allí me recibieron con desconfianza: cada gesto, cada palabra era examinada como si realmente estuviera involucrado con ella.

Conté todo en detalle: cómo la vi en el arcén, cómo la recogí y la dejé frente a la tienda.

Los investigadores escucharon en silencio, luego hicieron las mismas preguntas una y otra vez, como si quisieran comprobar si me equivocaba. Solo tras varias horas comenzaron a creerme.

Pero incluso después de eso, me sentí atrapado: mi nombre ahora figuraba en su caso, y sobre mí pesaba la sombra de la sospecha.

Desde entonces vivo con ansiedad: sí, me liberaron, pero sé que en cualquier momento podrían llamarme de nuevo, interrogarme otra vez. Y aquella mujer sigue libre. Y quién sabe… quizá algún día vuelva.

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