Los bandidos querían atacar a un anciano solitario en medio de un camino desierto, pero de repente el anciano se arrodilló ante unos zapatos y comenzó a rezar.

Los bandidos querían atacar a un anciano solitario en medio de un camino desierto, pero de repente el anciano se arrodilló ante unos zapatos y comenzó a rezar 😨🫣.

La calle estaba en silencio. Por el camino rural desierto caminaba un anciano solitario. Su paso era lento y cauteloso; regresaba a casa después de un duro día de trabajo. Al mismo tiempo, no muy lejos, se había reunido un pequeño grupo de bandidos. Notaron al anciano y comenzaron a hablar entre ellos.

—Mira, va solo —susurró uno de ellos.
—Y además en un lugar donde no hay nadie. Se está pidiendo a gritos que lo robemos —se rió otro.
—¿Por qué lado nos acercamos? ¿Quizá rodearlo y golpearlo por detrás? —propuso un tercero.

Iban siguiéndolo, discutiendo cómo atacar: unos sugerían asustarlo, otros — agarrar el saco que llevaba el anciano y arrebatárselo de inmediato. Les parecía que el botín fácil ya estaba en sus manos.

Pero de repente ocurrió algo extraño. El anciano se detuvo en medio del camino. Frente a él había unos viejos zapatos gastados, como si alguien los hubiera tirado. Se arrodilló, juntó las manos y comenzó a rezar.

Los bandidos se miraron entre sí. Su confianza desapareció; se quedaron paralizados.

—¿Qué está haciendo? —susurró uno.
—¿Se ha vuelto loco o qué? —respondió otro.

Ya habían olvidado por qué lo seguían, sorprendidos por esta extraña escena. Decidieron acercarse para entender qué estaba pasando y, al descubrir la verdad, quedaron horrorizados 😱😱.

Cuando el anciano terminó su oración, se levantó, recogió los zapatos y los abrazó contra su pecho.

Los bandidos, aun así, decidieron acercarse.

—Oye, anciano —habló con cautela uno de ellos—. ¿Por qué rezabas? ¿Por unos viejos zapatos?

El anciano los miró con ojos cansados y respondió en voz baja:

—Ustedes no entienden. Mi esposa y yo vivimos en la pobreza, en una cabaña casi en ruinas. Todo el dinero se va en sus medicinas; apenas alcanza para comer. Hace unos días se me rompieron los zapatos y tuve que caminar descalzo. Mis pies se congelaban, se mojaban; trabajar en el campo se volvió insoportable. Recé a Dios para que me ayudara. Y hoy encontré estos zapatos… quizá alguien ya no los necesitaba, pero para mí son un verdadero milagro.

Los bandidos callaron. Ninguno pudo pronunciar palabra. Sus rostros cambiaron: en lugar de maldad, en sus ojos apareció confusión y vergüenza.

Miraban al anciano, que se alegraba por unos zapatos desechados por otros como si fueran un gran regalo, y comprendieron cuán insignificantes eran sus propias intenciones.

¿Te gustó el artículo? Compartir con tus amigos:
Añadir un comentario

;-) :| :x :twisted: :smile: :shock: :sad: :roll: :razz: :oops: :o :mrgreen: :lol: :idea: :grin: :evil: :cry: :cool: :arrow: :???: :?: :!: