Los marineros vieron a una ovejera que nadaba completamente sola en medio del enorme mar: pero en cuanto se acercaron, vieron algo terrible.

Los marineros vieron a una ovejera que nadaba completamente sola en medio del enorme mar; pero en cuanto se acercaron, vieron algo terrible.

El mar estaba agitado: nubes oscuras se cernían sobre el horizonte, el viento levantaba olas, y el viejo barco oxidado avanzaba lentamente, luchando contra la corriente. Los marineros, de pie en la cubierta, miraban fijamente la superficie del agua, y de repente uno de ellos notó algo inusual.

—¡Miren! —gritó un marinero, señalando con la mano—. ¡Ahí hay un perro en el agua!

Todos se acercaron inmediatamente a la borda. Delante de ellos realmente nadaba un pastor alemán, solo, en medio del vasto mar. Los marineros se miraron entre sí, sorprendidos: ¿cómo podía haber un perro aquí?

—Debe estar perdido… Tenemos que sacarlo —dijo el capitán.

El barco comenzó a acercarse lentamente para sacar al perro del agua, pero de repente, al ver a los humanos, el perro no se acercó a ellos, sino que, al contrario, se dio la vuelta y nadó con confianza hacia algún lugar lejano, en otra dirección.

—¿Qué demonios…? —murmuró uno de los marineros—. No quiere que la salvemos…

La curiosidad y la preocupación se impusieron, y los marineros decidieron seguir al animal. Durante varios minutos lo persiguieron, hasta que de repente vieron algo adelante que les heló la sangre…

Entre las olas flotaban los restos de un bote de madera. Entre las tablas y los fragmentos, apenas manteniéndose a flote, había personas: agotadas, debilitadas, con los ojos llenos de desesperación. Ya casi no podían luchar contra las olas.

—¡Gente al agua! —gritó el capitán.

En ese instante, la tripulación se lanzó a la operación de rescate. Bajaron cuerdas, una balsa inflable y redes. Los marineros fueron sacando a los afectados uno por uno, que apenas tenían fuerzas para levantar las manos.

Entre los rescatados había una mujer y dos adolescentes. Sus rostros estaban pálidos y sus labios azulados por el frío.

Cuando todos ya estaban a bordo, la mujer abrazó entre lágrimas al pastor alemán mojado, que salió último. Resultó ser su fiel perro.

Cuando la embarcación fue sorprendida por una tormenta repentina, el bote se hizo pedazos. La gente luchó contra las olas durante varias horas, perdiendo fuerzas y esperanza.

Pero fue el perro el primero en notar la llegada del barco. Entendiendo que solo así podía salvar a sus dueños, nadó hacia la embarcación para llamar la atención de los marineros.

—Él nos salvó… nuestro héroe —susurró la mujer entre sollozos.

Los marineros miraban al animal en silencio. En sus ojos había asombro y respeto. Incluso los marineros más experimentados, que habían visto muchas tragedias y milagros, nunca habían presenciado tal lealtad.

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