En el reclutamiento militar se rieron de un hombre sin hogar que suplicaba desesperadamente entrar en las fuerzas especiales, — pero cuando el general vio al joven con ropa sucia, quedó completamente impactado.

En el reclutamiento militar se rieron de un hombre sin hogar que suplicaba desesperadamente entrar en las fuerzas especiales, — pero cuando el general vio al joven con ropa sucia, quedó completamente impactado.

Un hombre de unos cuarenta años entró en la oficina de reclutamiento, con ropa sucia y rota, el cabello largo y descuidado, y una espesa barba. Olía a calle y a lluvia. Los soldados en la entrada se miraron entre sí y fruncieron el ceño.

—Documentos —dijo el guardia con gesto severo.

El hombre sin hogar sacó del bolsillo un pasaporte gastado, pero cuidadosamente doblado, y lo extendió con orgullo. Luego dio un paso confiado hacia el interior, directamente al despacho donde estaban los oficiales.

—Quiero entrar en las fuerzas especiales —dijo con firmeza.

Se escuchó una risa en la sala. Uno de los oficiales, sin levantar la vista de los papeles, sonrió con sorna:

—¿Fuerzas especiales? Tal vez sería mejor en la cocina, pelando patatas… o como conserje.

—No. Solo fuerzas especiales —repitió el hombre con terquedad.

—Chicos, sáquenlo —dijo el mayor irritado—. Parece que está loco.

Dos soldados lo tomaron por los brazos y lo sacaron al pasillo. La puerta se cerró de golpe tras él.

El hombre se quedó junto a la salida, abrazando su pasaporte al pecho, y lloraba en silencio.

En ese momento, el general pasó por el pasillo. Iba a seguir de largo, pero de repente se detuvo, observando fijamente al hombre sin hogar, y se quedó paralizado al verlo…

—¿Capitán? —dijo sorprendido—. ¿Eres tú? ¿Por qué estás así?

El hombre se secó los ojos y respondió en voz baja:

—Después de la última operación volví herido. Me recuperé durante mucho tiempo y gasté todo lo que tenía. Mi esposa se fue y se llevó a los niños. Tuvimos que vender la casa… Me quedé en la calle. Pero ahora estoy sano y quiero volver. El servicio es lo único que me queda.

El general guardó silencio por un momento. Luego dio un paso adelante, le puso la mano en el hombro y dijo:

—Recuerdo lo que hiciste por la Patria. Salvaste más vidas que cualquiera de nosotros. Vamos. Que todos vean quién eres realmente.

Y cuando entraron juntos en la oficina, los oficiales que antes se habían reído se pusieron de pie. Por primera vez —no por una orden, sino por respeto.

¿Te gustó el artículo? Compartir con tus amigos:
Añadir un comentario

;-) :| :x :twisted: :smile: :shock: :sad: :roll: :razz: :oops: :o :mrgreen: :lol: :idea: :grin: :evil: :cry: :cool: :arrow: :???: :?: :!: